San Isidro es, por excelencia, el patrón del campo,
es el santo a quienes muchos acuden para pedir las buenas cosechas.
La mayoría de personas que han escrito sobre la vida del santo sitúan su
nacimiento a finales del siglo XI, y la fecha en que muchos se han puesto de
acuerdo es en la de 1080, pero nadie ha sabido aún en que barrio nació. Madrid,
por aquellos tiempos, no dejaba de ser un pueblo agrícola, y la capital
hispánica, por decirlo así, era Toledo. Las tradiciones sitúan su bautizo en la
iglesia de San Andrés, de la capital madrileña.
El nombre de Isidro (que no es más que una derivación de Isidoro) fue en honor
al Arzobispo San Isidoro de Sevilla.
Muchas de las cosas que sabemos de este santo es gracias a Juan Diácono, que en
el siglo XIII escribió su biografía. Él nos retrata a un hombre ejemplar, de
buen corazón y muy bondadoso con los más necesitados.
Parece ser que una de las primeras ocupaciones de Isidro fue la de pocero, es
decir, cavar pozos, al servicio de la familia Vera, hasta que se trasladó a
trabajar a Torrelaguna, donde contrajo matrimonio con una mujer del pueblo
llamada María Toribia, conocida más tarde con el nombre de Santa María de la
Cabeza, también declarada santa.
Fruto de su matrimonio tuvieron un hijo llamado Illán. Al cabo de unos años la
familia regresó a Madrid, para cuidar las tierras de la familia Vargas. Fue en
ese momento cuando Isidro realizó las tareas de labrador y pasó a ser conocido
popularmente como "Isidro labrador".
Bienaventurado Isidro, que habitas hoy la celestial morada en justo
premio de tu singular piedad, caritativo celo y santidad de vida, sin que para
practicar dichas virtudes fueran obstáculo las ocupaciones a que tenías que
dedicarte para ganar el necesario sustento, tanto para ti, como para tu
venerada esposa, María de la Cabeza: te suplicamos que seas nuestro intercesor
para con el Altísimo, a fin de que este divino Señor se apiade de nuestras
miserias, y, por un acto de su infinita bondad, nos conceda vivir en paz en
esta vida, y que gocemos en la otra las eternas delicias de la gloria. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
UN ABRAZO EN JESÚS Y MARÍA
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